sábado, 16 de octubre de 2010

92

En las veces que follaron antes y durante ese año, nuestros padres ya no fueron los mismos.
Si éramos los primeros, hacer el amor resultaba excitante, para nada; un polvo triste.
De las cenizas que arrojaron ya nadie se acuerda, ni tampoco de qué sonaba en las cabezas.
Mañana ocurrió hace dieciocho años y cae el cenicero de cristal harto de tanto humo.
Nos volvimos fetos y luego llorones, las mamás tuvieron por fin sus muñecos de carne y hueso.
Nadie sabe si ellas aún eran capaces de jugar a las mamás.
Sin embargo, o con él, los verdes chocolates cafés, instrucciones médicas aparte, quedaron contrarecetados.
Madame la Carotte, invisible pero cierta, incierta pero viva, no pronunció aunque alguno.

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